domingo, 22 de septiembre de 2013

El final... del verano...

Toda mi vida odiando el verano y en realidad no era consciente de que podía incluso empeorar.

Vivir tres meses recluyéndote en la oscuridad y con el aire acondicionado (en el mejor de los casos) para sobrevivir a los rigores del calor madrileño en aquella época de juventud o asignaturas pendientes era una cosa, pero ahora, con una niña que sólo quiere calle y una panza que me tiene el estómago del revés desde el primer día, la sola idea de recordar estos TRES meses de infierno me da vértigo.

Todo un año de orden y disciplina, de horarios y buenas costumbres y llega el maldito verano y se te va todo al garete. Definitivamente el calendario está mal diseñado, las tierra debería alejarse un poco más del sol o yo debería vivir en Trondheim.

Pero ha tenido sus cosas buenas, no sólo de calores, náuseas y asilvestramiento se ha tratado.

Hemos pasado más de un mes en el pueblo y hemos rescatado mis juguetes de la infancia, hemos hecho grandes progresos piscineros y mucha vida familiar. También hemos hecho excursiones, hemos ido a la playa... y en algún momento de todo esto la peque se ha soltado a hablar como una mayor, come casi de todo, ya sólo usa pañal por la noche, duerme en la cama y ya casi no va en carrito a ninguna parte...

Voy a tratar de recordar todas esas cosas buenas y no los agobios de buscar planes frescos, las tardes de sudores en el parque, las noches de "no me da la gana dormir" y los días interminables de malestar.

¿Es el otoño estación de madres y el verano estación de niños?... ¿Me estoy haciendo mayor?...

Recibamos al otoño con los brazos abiertos. El horario, el orden, el fresquito, los planes en casa, el abrigo, las botas de lluvia... ¡ay! que me emociono sólo de pensarlo :-)


Le robo la ilustración a descosido y os animo a seguirle.

Feliz equinoccio donde quiera que estéis.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Conversaciones que nunca pensé que tendría...

Hubo un tiempo que ahora me parece muy lejano en el que llegué a pensar que no tendría hijos y dedicaría mi vida a otros menesteres. Entonces sucedieron dos milagros, España ganó el Mundial de fútbol de 2010 y yo supe que iba a ser mamá (no necesariamente en ese orden de importancia).

El caso es que hace no mucho estábamos mi bruja y yo esperando a que Papá 2.0 saliera del trabajo tomando unas patatas en la terracita del barrio y me dí cuenta de que Alejandra ya no era un bebé, ahora es una peque parlanchina que llena mis días de grandes conversaciones y con la que es imposible aburrirse. No sé bien cuándo ha pasado todo esto. Al principio controlábamos bastante bien como iba aprendiendo palabras nuevas y cómo iba diciéndonos cosas, pero me siento un poco #malamadre porque no sé cuando se ha convertido en ésta mini académica de la lengua que tengo por hija.

Pero a lo que iba. Incluso en aquélla época en la que soñaba con ser madre y en todas las monerías de la maternidad, lo que no me podía imaginar era lo bien que me lo iba a pasar hablando con mi peque.

Alejandra aún no sabe escribir, pero si supiera os diría...


Y si hay una cosa que me ha emocionado especialmente de poder volver a revivir la experiencia de la maternidad ahora que voy a ser Mamá de dos 2.0 es escucharla cuando hace planes de todo lo que va a hacer cuando nazca su hermano Elías. No sé si serán las hormonas, pero me parece lo mejor del mundo.

Ahora sí que no nos vamos a aburrir ;-)